¿Tiene dios tendencias homosexuales? ©


Ben Bustillo – Prohibited its reproduction - Republicada Julio 9, 2025

Todavía no me puedo explicar personalmente porqué he tomado un tipo de liderazgo abanderando una causa que ni me va ni me viene. Lo más cercano que puedo tener a la homosexualidad es un sobrino y aparentemente unos cuantos primos que no me consta, ni me interesa hacerlo. Pero abogo por la causa de una igualdad que bajo una constitución de cualquier país, debe concedérsele a esta minoría.
Recuerdo cuando mi mamá me comentó lo de mi sobrino. Una vez me llamó por teléfono y me dijo que la fuera a buscar al doctor porque alguien - que se suponía iba a recogerla - tuvo una discusión y no la fue a buscar. No recuerdo bien quien fue esa persona.
Yo me encontraba haciendo unas vueltas en Beverly Hills y le dije que me iba a tardar un poco porque no había “freeway” que me dejara cerca de donde ella estaba, - Glendale Memorial Hospital – a esa hora estaba bien lleno, y me tocaba manejar por la calle.
Cuando llego donde ella, esperándome en la farmacia me dijo que necesitaba comprar unas medicinas, le dije que las escogiera y se las pagué. Saliendo de la botica, con lágrimas en los ojos me dice: “Tengo que confesarte algo.” Me asustó al principio y le pregunto: “¿qué pasó?” Su llanto se convierte entonces como en una forma de culpabilidad y un poco más angustioso, y me contesta: “Tu sobrino es gay.” “¡Carajo, mami! Yo creí que era algo malo. Eso no es ningún problema. ¿Qué dicen la mamá y el papá?” “Lo han aceptado,” me contestó. Entonces le dije que eso era lo que ella debía hacer también y que personalmente no le veía nada de raro, y que desde hacía tiempo yo se lo había notado.
Un par de meses después, en una casa de la playa en Sunset Beach donde mis hijos y yo - y casi todas las veces me llevaba al resto de la familia -  pasábamos algunos fines de semana y vacaciones; esa vez, sentados a la mesa jugando cartas con la mamá de mi sobrino, mi hermana, ella mencionaba el nombre de un hombre varias veces que no conocía. Hasta que le pregunté: “¿Quién es ese hombre del que hablas?” Me contestó, “el novio de mi hijo, que es gay.”
Desde esa época, quizás hará como diez o quince años, están juntos ese par de muchachos – creo que todavía lo están – tengo como más de diez años que no los veo. Esa ha sido mi proximidad al matrimonio gay, y quizás internamente sea la causa por mi motivación a apoyarlo. Pero no ha sido fácil. Me ha tomado tiempo y todavía no puedo aceptar que adopten hijos. No estoy diciendo que no deberían. ¡No! Reitero que todavía no estoy en ese punto de aceptación. ¿Quizás en el futuro? A lo mejor, pero no todavía. Apenas comencé a educarme para hacer la transición.
Una de las formas en que lo estoy haciendo es mirando un programa de televisión nuevo que se llama en inglés, “The New Normal.” Se trata - más o menos - de dos hombres gays que alquilan el vientre de una mujer para fecundar el semen de uno de ellos y concebir un hijo. La señora, quien tiene una hija de un matrimonio fracasado, lo hace para ahorrar dinero para su educación; esta niña es súper adelantada y progresista para su edad, nueve años. Es más, se viste un poco extrovertida, pero era así antes de su mamá hacer el contrato de rentar su útero.
Lo que al principio iba a ser una transacción comercial, terminó creando un nuevo formato de familia, ya que la madre y la hija se mudan con los gays en una casa de invitados que tienen en su propiedad. Uno de los gays es un productor de televisión y el otro es médico. Las situaciones presentadas son cómicas moderadamente y muestran muy ligeramente cualquier actividad homosexual. Lo que haría una familia heterosexual.
Quizás al mirar este programa me ayude a avanzar al entendimiento de aceptar que tengan o adopten hijos. Pero repito, todavía no estoy ahí.
El rechazo de la mayoría de la gente es básicamente religioso y citan algunos textos bíblicos para consolidar su posición, o repiten sin entender lo que realmente significa la aceptación de este dogma.
Porque si así fuese, entonces la Biblia contradice a Dios haciéndolo tener tendencias homosexuales.
Génesis 1:26; 1 Corintios 11:7; Efesios 4:24; Colosenses 3:10; Santiago 3:9; Génesis 3:22; Génesis 5:1; Génesis 9:6; Génesis 1:26-28. Estas citaciones de varias traducciones dicen que Dios creó al “hombre a su imagen y semejanza.”
Miren específicamente la traducción de Génesis 1:26 en esta página del Internet: http://www.biblegateway.com/passage/?search=Genesis+1%3A26&version=LBLA.
No importa qué traducción escojas - y aquí la encuentras en varios idiomas – todas dicen “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.” Primero, es en plural refiriéndose al “espíritu santo, y al hijo” - según las traducciones - lo que un simple razonamiento indicaría que algunas de estas personas o espíritus a quien se refiere este texto bíblico tendrían este mismo tipo de inquietudes.
Sigamos razonando un poco más profundo. Si Dios es perfecto, ¿porqué hizo que algunos hombres y algunas mujeres se enamoraran de alguien de su mismo sexo? O ¿porqué lo permite si es el todopoderoso? Aquí es donde se me atraviesa este dogma religioso, porque es la interpretación que algunas religiones le dan al repudio o al rechazo de esta comunidad.
Vayamos un poco más allá dentro del razonamiento del pensamiento. Nuestras primeras experiencias sexuales ocurren con nosotros mismos. Y lo que vemos y con lo que nos excitamos es con nuestro propio cuerpo alimentado quizás con cualquier tipo de imágenes que aceptemos. Eso nos haría homosexuales a todos los seres humanos. Pero no es así. La gran mayoría escogemos la heterosexualidad y nos enamoramos del sexo opuesto. Ellos no.
Que nacen así o que ellos se hacen o que se puede curar no debe ser lo primordial para su definición como tal. Ellos se enamoran, entregan su corazón y sus ideales a personas de su mismo sexo. Esa es la gran diferencia, y lo que debe determinar su derecho constitucional de gozar del beneficio del matrimonio con quien aman.
Lo que dice la Biblia referente a la homosexualidad, si me tocara interpretarla, lo que indicaría es que todos los excesos son perjudiciales. Eso fue lo que le dije a mi hermana cuando me contó lo de su hijo: “que se mantenga con una sola pareja, que no se convierta en un promiscuo, y que no se avergüence de quien es; además, tiene que esforzarse más que cualquiera para que llene los vacíos con que la sociedad sistemática lo va a entorpecer.”

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