Ni siquiera tu título puedo pronunciar ©
By Ben Bustillo © Prohibited its reproduction
Espinas afiladas de rosas enrañosas y de mórbidos colores,
Con ondas de memorias sutiles y dolientes vagando en un silencio,
Rebuscas en profundos sentimientos al alma que atormentas,
Con afán y orgullo merodeando heridas descubiertas,
Como el zópilo hambriento del destrozo...
Algunos confabulan tu título con orgullo,
Venerándolo y adorándolo en un corrupto altar;
Pero por un simple viento que lo arrastra zumbando a mis oídos,
Siento rayos que centellean truenos de espinas que atraviesan
El lado de un corazón que aunque corazas lo arropen,
Brama un gemido profundo perdido en la mirada al sentir un nuevo golpe...
¡Si tu nombre es santo para otros! Exclamo con tristeza
Al saber que eres la espina de mi rosa
Habitando el espacio de la entraña que se hereda,
Cavando, removiendo, extrayendo los rencores, los odios,
Alimentando cuervos que reclaman pago con los ojos de sus dueños...
Veredas, caminos, sendas y todo tipo de montañas,
Cubiertas de ramas de rosas empeñadas en herir,
Cielos grises, azules blancos, naranja y rojos sumidos encaminando al túnel;
Rosas espinosas que el camino cruza con pies descalzos y cansados
Arrastrando penurias de un dolor yaciente,
Buscando al final un rayo de luz que de razón,
Persistiendo paso a paso el cansancio del peso al liberar estragos
Que merecen sacudirse, subiendo al tope de la torre a otear un horizonte definido...
Saber que ni tu título puedo pronunciar,
Saber que eres espina de la rosa hiriente,
Mirarte frente a frente en tus ojos cansados y vivientes de un rencor,
Murmuro palabras desconciertas.
¿Qué te hice?
¿Cuál fue el mal de mis pecados para que rechaces la existencia de este ser?
¿Qué te mueve a ser la espina de esa rosa ahondándose y sangrando esa herida que nunca cura?
Al mirar el día esconderse en el lejano,
Elevo mi espíritu al despedirte,
Sabiendo que vives pero soy huérfano,
Porque escogiste ser corona de espinas de un rosal en mi corazón...
Con ondas de memorias sutiles y dolientes vagando en un silencio,
Rebuscas en profundos sentimientos al alma que atormentas,
Con afán y orgullo merodeando heridas descubiertas,
Como el zópilo hambriento del destrozo...
Algunos confabulan tu título con orgullo,
Venerándolo y adorándolo en un corrupto altar;
Pero por un simple viento que lo arrastra zumbando a mis oídos,
Siento rayos que centellean truenos de espinas que atraviesan
El lado de un corazón que aunque corazas lo arropen,
Brama un gemido profundo perdido en la mirada al sentir un nuevo golpe...
¡Si tu nombre es santo para otros! Exclamo con tristeza
Al saber que eres la espina de mi rosa
Habitando el espacio de la entraña que se hereda,
Cavando, removiendo, extrayendo los rencores, los odios,
Alimentando cuervos que reclaman pago con los ojos de sus dueños...
Veredas, caminos, sendas y todo tipo de montañas,
Cubiertas de ramas de rosas empeñadas en herir,
Cielos grises, azules blancos, naranja y rojos sumidos encaminando al túnel;
Rosas espinosas que el camino cruza con pies descalzos y cansados
Arrastrando penurias de un dolor yaciente,
Buscando al final un rayo de luz que de razón,
Persistiendo paso a paso el cansancio del peso al liberar estragos
Que merecen sacudirse, subiendo al tope de la torre a otear un horizonte definido...
Saber que ni tu título puedo pronunciar,
Saber que eres espina de la rosa hiriente,
Mirarte frente a frente en tus ojos cansados y vivientes de un rencor,
Murmuro palabras desconciertas.
¿Qué te hice?
¿Cuál fue el mal de mis pecados para que rechaces la existencia de este ser?
¿Qué te mueve a ser la espina de esa rosa ahondándose y sangrando esa herida que nunca cura?
Al mirar el día esconderse en el lejano,
Elevo mi espíritu al despedirte,
Sabiendo que vives pero soy huérfano,
Porque escogiste ser corona de espinas de un rosal en mi corazón...
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