Partido Independiente Costeño ©
Ben Bustillo – Prohibited its
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La reunión se estableció para las horas de la tarde. Se haría una cena,
no se ofrecerían licores ni café, y el fumar estaba totalmente prohibido. El
propósito era el de que todos los participantes viniesen sin ninguna influencia
de estimulantes para que las determinaciones finales tuviesen el peso que la
tertulia requería; además, al cocinero se le había instruido que dentro de los
alimentos colocase gotitas milagrosas que usaba un ex presidente.
Así comencé este artículo producto de mi imaginación. Por supuesto, no
conozco a ninguno de los representantes políticos, y uso sus nombres verdaderos
porque ellos son personas públicas y sus comentarios son parte de los archivos
que permanecen disponibles para cualquier uso. Sin embargo, si a alguno le
ofende de cualquier manera mi artículo, déjenme saber y lo retiro
inmediatamente. Continúo mi relato.
El elegido Mesías había bajado al pueblo en una nube iluminada por el
poder de los santos entremezclados con los trucos diabólicos para fomentar esta
reunión. Mandó correos electrónicos a los caciques de la Guajira, Magdalena,
Cesar, Córdoba, Bolívar y Sucre. Él, era atlanticense.
El porqué de la reunión salió a flote después de las primeras arepas con
huevo, chicharrones con yuca, queso, suero y café con leche. “Señores”, comenzó
el “Mesías”. “He convocado esta reunión para que comencemos la organización de
un partido político que nos una a todos los costeños”. “Caribeños”, me gritó alguno de la mesa donde se
encontraban apretados algunos miembros del partido liberal del Atlántico que
apurados cabían con la barriga de algunos (estaban Victoria Vargas Vives,
Álvaro Ashton, Elverth Santos, Mauricio Gómez, entre los varios; algunos,
salpicados con el pecado mortal costeño, la parapolítica.)
¿”Caribeño?” Esa es una palabra nueva para mí. Fui enseñado que los
caribeños son los residentes de las islas caribes. La explicación que obtuve
fue que porque el Departamento del Cesar no tenía costas, ellos no podían ser
llamados costeños. Quizás, pero ellos eran antes parte del Departamento del
Magdalena, y que aunque no exactamente, este apelativo les cabía.
“Señores y señoras”, continuó el “Mesías”, “tenemos que lanzar el
Partido Independiente Costeño.” La mesa de los cordobeses, compuesta por los
López Cabrales y Merlano, se estremeció al escuchar la voz débil de su nueva
senadora porque apareció como el milagro del nacimiento en agosto de la leona
blanca en Montería. Rugiendo sugirió “nos unimos al Centro Democrático.”
Después de su comentario el salón quedó en un total silencio. Uribe tenía muy
buenos amigos en el antro, pero también enemigos.
En la mesa atlanticense, aunque los caciques pertenecían a diferentes
corrientes y partidos políticos, todos estaban sentados juntos; en el fondo resonando
con un eco y tono profético salido de las pirámides ancestrales indígenas se
oyó la voz del senador Roberto Gerleín Echeverría, “eso me huele a pupú.”
Fuad Char, divagando se dijo a sí mismo, “me va a tocar ponerme a hacer
más hijos para llenar más mis arcas, porque los que tengo, ya están colocados
estratégicamente y no tengo a nadie más pa’ los puestos importantes.”
Los bolivarenses, con el descalabro de la senadora Zubiría y su esposo,
preparaban a su hijo a tomar las riendas de la yegua cerrera de su departamento
más desbocado que el caballo que me tumbó cuando tenía seis años. (Ese bendito
caballo - por no decirle una mala palabra – corrió más de 20 minutos saltando
cercas hasta que me tiró al suelo.)
La mesa del Departamento del Magdalena se encontraba arrinconada junto a
la puerta de la cocina. Cuando abrían la puerta, los tapaba a todos y la
mayoría de los participantes los saludaban desde lejos con guiños que solo
rayos infrarrojos podían percibir. Los Cote, Díaz Granados, Pinedo y demás estaban
lujosamente vestidos pero el olor a podredumbre llegaba hasta la puerta de la
iglesia a cien kilómetros de distancia que servía de punto de oración y
encuentro con las fuerzas cuarentonas.
Del poco ramo de fruta que los Araujo del Cesar tenían en el último
“palo de coco” que les quedaba no encontraban más ramos del que agarrarse; les
iba a tocar repetir puestos entre los
mismos con las mismas hasta que se aprendiesen bien la lección. Si uno era
encarcelado no importaba que los pusiesen a todos, que al fin y al cabo había
cama para toda la gente.
De los guajiros todo lo que pude encontrar fueron vínculos con la
política magdalenense impuesta por los lazos del poder cuarenteno. Nadie se
presentó a la reunión.
Y para terminar, los sucreños García Romero estaban empotrados como
madrina para un cerco de alambre púa marcando territorio con sus contrapartes.
Si tenían que extenderse, solo había que pedirles que lo hiciesen; o igual, su
reducción a los pedidos de los mayores.
La idea era genial, pero por supuesto, imposible con tantos caciques y
sin indios. La tendencia ha sido siempre separatista, pero desde la
independencia colombiana el territorio ha demarcado sus fronteras incluyendo la
región como parte fundamental para su desarrollo. Y el ego de los caciques, tan
voluminoso como el trasero de Sofía Vergara, (figurativamente hablando) no
permitiría un consenso de conciencia nivelada que permitiese un sentimiento
puro de realización de estar viviendo en una etapa donde el sacrificio era
requerido para sacar adelante la región.
Aquí es donde los caciques costeños o caribeños continúan fallando;
permitiendo que los erarios del país perpetúen su centralismo al conformarse
con porciones pequeñas suficiente que calme su hambre barrigona sin importarles
la desproporción entre ella, los brazos y el resto del cuerpo. Así de fácil
dejan escapar la oportunidad de ser una figura categórica en el desarrollo del
país. Barriga llena, corazón contento. Pa quéj máj.
Y continúan con las tradiciones repartiéndose el pedacito de pan entre
sí dejando migajas de puestos de menor envergadura a sus militantes quienes
terminan pagando los platos rotos en caso de que sea descubierto algún
desfalco.
Me pregunto, ¿qué tanto podrán hacer con tanta plata? No viven en las
regiones de los ricos del mundo, tienen que usar a sus sirvientas y empleados
de testaferros, y no pueden gozar el dinero sino tenerlo guardado como tesoros
de dineros mal habidos como los del narcotráfico y contrabando.
Si es poder lo que los caciques costeños o caribeños quieren, tienen que
aprender a delegar autoridad, educando una generación a ser líderes que puedan
enfrentar los políticos de las regiones del centro del país y llegar a ser
fuerza decisiva en el rumbo del país. Es fácil, solo tienen que buscar súper estudiantes
en cualquier colegio en que se encuentren, páguenle los estudios, denle clases
moralistas y fináncienlos generosamente; una vez graduados, colóquenlos en
puesto claves con magnífica remuneración para hacerlos incorruptibles.
Lo importante es darle chance a una generación nueva, joven é
incorruptible a que tome control del destino de la región y dejar de mamar de
la ubre flaca de la vaca. Con esta alternativa es posible que deje de pasar lo
que ha pasado varias veces con algunos como los Nule, que apenas vieron el pupú
de la gallina, creyeron que era el huevo.
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