Justicia Colombiana ©
Ben Bustillo –
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Como tengo
demasiados años residiendo en el exterior, no estoy muy empapado del susodicho
sistema; pero cuando salí del país tenía 27 años y miré lo suficiente para
formarme una opinión elemental, que poco a poco va formando un conocimiento
suficiente que me permita adelantar unos trámites que tengo ante la fiscalía en
Barranquilla.
La familia se
supone que es un regalo de Dios (eso dicen los creyentes) porque no la
escogemos. Sí elegimos los amigos y demasiadas cosas en nuestra vida, pero no
decidimos con quien nacer.
Mis padres fueron
suficientemente capaces de conservar la herencia que recibió mi papá de sus
padres. Mi madre tenía un apellido más ilustre, hija del dentista del pueblo
pero con hijos en sus tres barrios, con diferentes mujeres. Era la época de
entonces y con divulgar esto no pretendo ofender a unos primos a quienes les
tengo una consideración increíble, a pesar de la poca comunicación debido a la
distancia. Pero el respeto y el cariño mutuo, se siente.
Dentro de ese
proceder normal de la época recientemente encontré una de las verdades de mi
padre; y era que su papá, mi abuelo, era hijo natural nacido fuera del
matrimonio, ya que su papá estaba casado con otra señora.
Lo más paradójico
de esta situación familiar ante la fiscalía, es que mi padre vivió algo similar
cuando su papá murió con sus hermanas. El contraste entre los dos es que en su
caso los periódicos publicaron las rencillas, y en mi caso, yo escribo sobre
ellas.
En uno de mis
viajes a Barranquilla descubrí la patraña que una hermana nos había hecho, y
por el proceder de un hermano (ya fallecido) y las otras dos hermanas, no cabe
duda en mi mente que tenían pleno conocimiento y participaron del jolgorio.
Pero la duda que nunca tendrá respuesta para mí y prefiero mantenerla como tal,
fue el procedimiento de mi madre, fallecida también. No me mueve el dinero
aunque es consecuente; el principio y el respeto son lo determinante.
Comienzo a viajar
entre los dos países, y en el segundo de los varios, contrato al primer
abogado. Reconocieron mi apellido, me preguntaron por el hermano muerto, y
cuando les comenté mi propósito de contratarlos (eran esposos y abogados) al
comentarles los causales, me ofrecieron sus servicios al instante.
Al esposo, lo
contraté para la denuncia penal, y a la esposa, para un divorcio de un
matrimonio de juventud nunca terminado. Los procedimientos en el país que vivo
es que a los abogados se les adelanta algo de los honorarios y al terminar el
trabajo, se les paga el balance. Al hacer el cambio de moneda extranjera al
peso colombiano, me pareció que eran económicos y les pagué a ambos completos
sus honorarios.
¡Ja! Pero lo que me
esperaba ni me lo imaginaba en lo más mínimo. Los tales profesionales pensaron
que se habían ganado la lotería con una vaca parida sin cría y la iban a
ordeñar como quisieran. Me llegaron a sacar algo, porque me convencieron que la
única forma en que el sistema judicial trabaja en Colombia es sobornando a
quienes la administran y sus ayudantes.
Tan pronto
identifiqué lo que pretendían, volé nuevamente a Barranquilla, comencé a buscar
nuevos abogados. Pero caí en otra trampa. Resulta que me fui a visitar una tía
por parte de mi papá y al frente de su casa vivía una noviecita de cuando tenía
como catorce o quince años. Nos alegramos, nos contamos parte de nuestras
historias superficialmente, me dijo que era una pastora de una iglesia, y me
alegró verla de nuevo. Al día siguiente me llamó y me comentó que me podía
ayudar con mi caso en la fiscalía. Manos a las obras, le repliqué.
Dos días más tarde
despedí al abogado encargado, nos fuimos a la fiscalía, y entramos como reina
de belleza paseando en carroza, saludando a cuanta persona encontrábamos en el
camino. Nos pusimos en contacto con los personajes envueltos, me llevó a la
casa de una de ellas, almorcé con la jefe de la sección, contraté un abogado
amigo de estas, mejor dicho, mi caso se iba a solucionar rápido.
¡Doble ja! Comenzó
el ordeñe otra vez por la pastora. Nuevamente armo viaje a revisar el caso y
porque encontré poderes que no tenían que ver nada con el proceso pero estaba
preparado para que esta persona participara en el mismo sin tener nada que ver,
la fiscal se enojó conmigo y me impidió continuar mirando el estado del asunto
al protestarle por este incidente.
A despedir otro
abogado nuevamente y a contratar otro recomendado por una prima a quien le
había tomado un estime especial. Hizo los poderes, le mandé un dinerito, y ni
más he vuelto a saber de él. Pero esto no termina así. Nuevamente ando
preparando viaje, ya tengo contratado uno de los mejores abogados, pero la gran
diferencia es que yo voy a ser su asistente y él entraría en caso de necesidad;
además me voy a quedar en Barranquilla hasta que se termine el caso.
Soy de las personas
que piensa que para ser bien servido, tienes que servirte a ti mismo. Es más,
si pudiera operar mi corazón que ya está que quiere tirar la toalla, les
aseguro que lo haría. Por supuesto que es solo un decir; cuando le llegue el
turno de parar de bombear sangre, estaré listo a trascender de esta forma de
vida, y pasar a ser un recuerdo en la memoria de algunos.
Sí, es fácil decir
estar de acuerdo que la familia es un regalo de Dios para una gran mayoría;
pero para otros como yo, la defino como un castigo si de verdad creyese en una
divinidad creadora. Aunque algunas veces quisiera que la capacidad de mi
pensamiento se tornase en un embudo y comenzase a estrecharse como su lado
angosto.
Nunca he parado el
camino del pensamiento aún así pareciese absurdo algunas de las respuestas
encontradas; y una de mis características es de hablar lo que pienso sin
temores y no participo de la costumbre religiosa de guardar secretos que
pertenecen a los baúles familiares encerrados en los rincones de las casas
viejas cubiertas de mohos generacionales.
Pero he acumulado
tesoros a quienes despliego en mi vida cotidiana: mis hijos y mis nietos. Ellos
son el balance del castigo, y recompensa por la distinción entre las dos.
Pero una cosa les
aseguro; que si es verdad que hay un cielo y un infierno y me dan a escoger, si
esa hermana sigue viva en mi momento de partir y no he terminado mi caso ante
la fiscalía, escojo el infierno para salirle todas las noches y atormentarla
hasta el final de sus días. Hermanita, ruégale a tu Dios que termine mi caso y
no me vaya antes que tú, porque lo prometido es deuda. ¡Prepárate!
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