Las Semejanzas Entre Colombia y Venezuela ©


Ben Bustillo – Prohibited its reproduction
En ambos países se vive un ambiente de discordia similar a las guerras entre dos dioses contrincantes; las diferencias entre estas divinidades y los protagonistas de nuestros países son que cada país tiene un loco y un cuerdo, dependiendo de quien interprete sus locuras.
Adivina, adivinador, quién será. Muchos me dicen antiuribista por la forma en que hablo de él. Pero la verdad es que lo que me hace escribir en su contra es su proceder. No soy un ciego seguidor de personalidades políticas pero sí soy un analista del proceder de algunos de ellos. Uribe es un personaje controvertido, atacador, belicoso, egocéntrico, maniático y descompuesto. Por eso ataco lo que dice. Ojo, lo que dice, no su personalidad.
Cuando los mensajes en las redes sociales aparecen solidarizándose con Capriles y atacando a Maduro, la mayoría uribista los considera normales y le place compartirlos. Pero los mensajes a favor de Uribe, solo mencionan lo que hizo cuando fue presidente. Una diferencia de tamaño gigante.
El nuevo predicador, Uribe, trata de usar métodos que le trabajaron para elegirlo para su primer período presidencial cuando arrasaba con multitudes. Hasta a mí, porque le entregué mi voto en su primer período, y mi creencia que era el presidente que Colombia necesitaba en ese entonces. No vivimos los mismos tiempos y lo que él logró al entregar a los paramilitares a la justicia estadounidense, es quizás una de las razones por el cual insiste estar en contra de la paz con las guerrillas. Estas dos historias no se han terminado de escribir todavía. Estamos en un período de transición, donde están cayendo personajes del congreso y del gobierno de Uribe, y los paramilitares afianzados en una corriente vengadora.
Qué viene después de finalizar los acuerdos con las FARC es todavía difícil de predecir, ya que si se examina el estado en que se encuentran ambos procesos, uno está todavía en la infancia, y el otro en su juventud con repercusiones de varios tamaños. Uribe, ya no arrastra multitudes, solo un reducido grupo de seguidores que lo veneran con una venda sobre sus ojos.
Comparando los acuerdos entre el gobierno de Uribe y los paramilitares con los de Santos y las milicias criminales organizadas o amparadas bajo los colores patrios, se nota a legua que se han convertido en una herramienta utilizable para estos últimos. De seguro no quieren terminar en cárceles de Estados Unidos, primero; segundo quieren puestos dentro del gobierno, - si se lo merecen o no es cuestionable pero válido - asientos en el congreso y entrar en la vida política como si nada hubiese sucedido en Colombia por una lucha canallesca que solo buscaba beneficios para ellos y sus partidarios, ya que la tal dicha representación del pueblo no era nada más que un disfraz para ocultar su vida delictiva.
Los compromisos conllevan ganancias y pérdidas. No se les puede entregar todo lo que quieren, pero en definitiva hay que entregar para recibir. El punto medio es lo significante; las diferencias entre los convenios y engaños de Uribe con los paramilitares y Santos con las guerrillas es que las enseñanzas dejadas no pueden ser repetibles porque nunca se firmaría la paz.
Venezuela tiene un heredero santero con ínfulas de salvador de almas. Si analizan lo que dice, el método empleado es el de un predicador religioso usando el temor como arma de convencimiento, y como ellos, habla de divinidades enviadas por el espíritu santo. La disimilitud entre ambos es que Uribe es un hombre ilustre y educado; Maduro, un individuo surgido del pueblo sin ningún tipo de entrenamiento ni educación.
Ambos – Maduro y Uribe – explotan un raciocinio de masas compuesta por temores y desinformación que son factores comunes dentro de grupos religiosos faltos de atención a sus problemas cotidianos. Buscan verdades y al no poder satisfacer sus propias conclusiones, como rebaños se dirigen a la iglesia que benévolamente les provee del alimento que su curiosidad busca. Si es sustancial o no, no es lo que interesa; es simplemente el relleno de una célula cerebral.
Por supuesto que el procedimiento del desarrollo de ese tipo de adquisición de ideas y convertirlas en propias, los convence de que su aceptación es la correcta y repele cualquier sugerencia que provoque desacuerdos.
Maduro y Uribe escuchan a sus cercanos colaboradores y saben de las controversias que sus comentarios absurdos causan, pero no les importa. El impacto que crean dentro de sus seguidores es el resultado que buscan y esperan que haga mella dentro de esos círculos. A lo mejor sonríen al leer los resultados causados por sus intromisiones compuestas por los pánicos que les quieren imponer a sus sectarios. Ambos reconocen que su trabajo ha cumplido el efecto esperado.
La única definición que merecen Santos y Capriles en este artículo es la de que sus seguidores y conformaciones políticas grupales les han entregado a uno, como presidente electo, y al otro, como la esperanza de un cambio que por ahora las fuerzas celestiales les niegan a los venezolanos. Pero si tuviese que especificarlos obligatoriamente, la mejor que he podido encontrar es que, son mejores que nada. Los políticos venezolanos algún día encontrarán la avenida que les permita recuperar el poder que perdieron del pueblo por medio de su propio mecanismo, la elección popular con la mayoría de los votos.
Como buen adivinador que soy, saco un tabaco fino habanero fabricado por el santero mayor, el barbudo Fidelito, miro el guarrú dejado por el cafecito hecho con gotitas milagrosas uribeñas, y saco las barajas esotéricas para predecir el futuro de estos personajes controversiales que distorsionan países sin medir consecuencias.
Para Maduro, le vaticino la presidencia de Venezuela conseguida por el nuevo santo que reina en los cielos infernales, su antecesor el Mesías bolivariano Chávez. Los votos son logrados gracias al carisma de devotos convertidos a la nueva religión, “chavismo,” y un nuevo loco regirá en el país hasta que un nuevo predicador aparezca – no es Capriles – prometiendo los mismos cielos é infiernos que desaparecieron. Porque esto es lo que quiere y busca el pueblo venezolano, rescates divinales de realidades putrefactas por el demonio arcaico denominado política.
Santos será reelegido porque es el mejor mecanismo que existe en el país para no caer nuevamente dentro de un país laico regido por una falsa y pecadora religión.
Y a mi preferido ídolo de barro, Uribe, le pronostico un camino largo de protestas hasta que su voz se la silencie el fantasma de sus pecados del pasado y lo cubra con la investidura de arrepentimientos por su importunación mal habida de deseos mesiánicos que se desvanecieron en el oasis de su propio desierto.


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