El Bastardo ©
Raíces – La historia incompleta ©
Ben Bustillo – Prohibited its
reproduction
En los pueblos pequeños y las generaciones de nuestros abuelos en un
rincón bolivarense de Colombia, las costumbres y tradiciones regían las normas
del vivir.
Mi familia, notable desde la época de la independencia del gobierno
español, se radicó en esta región del caribe. Inicialmente tres hermanos, uno
fallece víctima de la violencia – paralelamente similar a la mía en ser tres
hermanos varones y en tener un familiar sacrificado – y los otros dos inician
una familia extendida que se encuentra ahora en muchas partes del mundo.
Uno de sus descendientes[1],
como era una costumbre machista regionalista, establece dos hogares teniendo
hijos en ambos.
Esta es la parte de la historia nunca dicha en nuestro vínculo familiar
cerrado, y me pregunto cuántos de mis hermanos sabían de esta verdad. Yo no.
Nunca supe, hasta recientemente que me asocié a este grupo que se había
especializado en reunir información de nuestra familia.
La verdad descubierta por mí es que mi abuelo era un bastardo. En la
familia solo se escuchaba que mi padre había sido único hijo, y su padre (mi
abuelo) también. Por eso, cuando la gente me preguntaba acerca de mi familia
paterna, siempre respondía que era muy corta por las incidencias de tener un
padre y un abuelo de ser los únicos hijos varones de sus padres.
Eso resultó a mis 62 años una fantasía novelesca. Mi abuelo tuvo
hermanos y hermanas. Siendo producto de esos tiempos y sabiendo por referencia
de lecturas que el rechazo a los bastardos era una práctica común, ¿cómo se
crió este abuelo y qué caracterizó su personalidad?
Un escrito encontrado lo define como rico en bienes materiales,
conservador y figura respetada por su pueblo natal. Socialmente se casó bien ya
que su esposa era elemento de una de las familias conocidas de la región. Así
que, aparentemente, el abuelo no se sintió desigual ante sus coterráneos. Pero,
¿qué acerca de su único hijo varón? ¿Se sintió señalado y relegado? Siendo único
hijo varón y de un hombre acaudalado, ¿había comprado su aceptación?
Creciendo, a mi padre nunca le conocí a un mejor amigo o amigo de la
infancia. Solo trabajadores que habían laborado con el abuelo. Nunca supe de
sus tíos ni primos hermanos. Era un silencio absoluto... Como si hubiese sido
una desgracia, o quizás fue, ¿una vergüenza? Tener que decirle a los hijos,
¡soy hijo de un padre bastardo!
Creo que a mi padre lo afectó más que al abuelo. Y si yo lo hubiese
sabido antes, ¿me habría afectado en mi crecimiento y desarrollo? La verdad que
en mis tiempos no era materia de discusión entre mis amigos, y creo que no era
un tema de interés muy común. Quizás en los afectados, pero no en general. Las
leyes habían cambiado y los bastardos eran reconocidos legalmente casi
inmediatamente al nacer.
El abuelo tuvo una hermana con la misma mamá. De ella sí escuché, y
recuerdo haberla visitado una vez. No porque mi padre me hubiese traído donde
ella, sino por pura casualidad. Ella nunca se casó, ni tuvo hijos. Rumores hubo
que crió a unos muchachos, pero la verdad no sé mucho sobre eso, ya que el
silencio era una orden nunca dicha. Al escribir este relato pienso que a lo
mejor sí hubo algo de vergüenza en mi padre y su esposa.
¿Cómo había sido la vida del abuelo creciendo como niño y adolescente?
¿Había heredado como lo hicieron sus otros hermanos? ¿Habría tenido su padre
preferencia con él por haberlo hecho bastardo y lo habría dejado mejor
económicamente? ¿Cómo habría hecho su dinero el abuelo? ¿Fue visitado frecuentemente
por su padre, mi bisabuelo? ¿Cómo se habrían conocido el bisabuelo y la
bisabuela? ¿Cuáles eran los estándares sociales rigiendo estas relaciones en
pueblos pequeños y cercanos? ¿Lo habría sabido la esposa del bisabuelo?
Preguntas y muchas más podrían surgir al develar unas cuantas de ellas
de las cuales nunca obtendría respuestas. Sin embargo, una de las cosas
interesantes que descubrí fue parientes cercanos descendientes directos de este
bisabuelo en varias partes del mundo. ¡Hasta la religión musulmana existía
dentro de esta herencia! Y una semejanza física casi hasta de increíble se
podría definir.
La idea de la identificación de mi abuelo como
bastardo me había estado rondando en mi mente desde que lo descubrí hace unos
cuantos meses. ¿Estaría usando la palabra bastardo muy duramente?
Capítulo 2
El uso de la palabra bastardo creó controversia. Yo mismo tuve la duda
de su uso. Hubiese podido suavizar el tono del escrito utilizando otra palabra,
pero quise ser preciso. Hasta el uso del diccionario fue requerido para
asegurarme del uso correcto.
Aunque creo conocer el uso del idioma, existen ocasiones donde recurro
al diccionario antes de expresarme.
La palabra es dura y lo entiendo; se podría hasta determinar por el uso
repetitivo que a lo mejor era déspota o despectivo. ¿Porqué este uso cuando se
trataba de mi propio abuelo?
Por supuesto al bisabuelo nunca lo vi y muy poco supe de él. Es más, su
nombre en la familia ni se mencionaba. ¿Quizás por temor de saberse la verdad?
Su nombre comenzó a resonar al encontrar el grupo, y cuando se lo mencioné al
encargado, me refutó diciendo que no era posible. Para él quizás también fue
una especie de choque al encontrar que su tatarabuelo (mi bisabuelo) había
tenido otra familia. Poco a poco descubrimos el lazo directo.
Al abuelo lo vi una sola vez en mi vida pocos meses o días antes de
morir. La cabeza blanca, tendría como unos noventa y tantos años, medio sentado
en el borde de su cama en la casa de una de sus hijas. Preguntó quien era yo y
una voz – no recuerdo la de quién – le dijo de quién era hijo. Escasamente 10 –
15 segundos duró el encuentro para fijar una memoria eterna. Una que al final
del declive de mi vida revivía para encontrar definiciones.
No soy ningún santo, pero para mí tener hijos con varias mujeres fue un
concepto que nunca acepté ni lo hubiese hecho en mi vida. Mis hijos son de la
misma mujer, y cuando realicé que ese matrimonio se acabaría alguna vez, tomé
mis propias precauciones para no tener más hijos.
Por eso estuve analizando por varios meses como afrontar el uso de la
palabra bastardo. Con quién tenía que ser más duro, ¿Con el abuelo? ¿O el
bisabuelo?
Lo cierto es que el abuelo era un hijo fuera del matrimonio, el bisabuelo
estaba casado cuando nació y aunque hubiese podido usar la frase “hijo natural”
o la palabra “ilegítimo” - ambas formas correctas para definirlo – “bastardo”
resonaba constantemente. Es cierto, normalmente su uso común es despectivo;
pero era su definición.
Cuando falleció el abuelo, recuerdo la lucha iniciada entre mi padre y
los esposos de sus hermanas para controlar la herencia. En esos tiempos la
costumbre era que el hijo mayor o varón se nombraba albacea para distribuir la
herencia. En este caso mi padre era el único varón y trató de envestirse con
dicha túnica, hecho inaceptable para sus hermanas y esposos. Inclusive, la
disputa había comenzado antes de su muerte cuando hasta cargos de secuestro se
interponían entre los hermanos cuando uno de ellos se lo llevaba para sus
casas.
Al fallecer la abuela, todos los hijos eran mayores de edad y recibieron
una herencia. Por eso casi todos estaban financieramente acomodados. Pero en la
reyerta por el control de los bienes del abuelo había algo más detrás difícil
de definir, pienso ahora. ¿Qué causaría la rebelión entre mi padre y sus
hermanas? Uno de los cuñados a quien lo tildaban de “cachaco” (no era de la
región) fue el causante de esta disputa. Siempre escuché que su interés hacia
mi tía había sido siempre el dinero.
El poderío de este individuo se valió quizás en dos
factores: en el del abuelo por ser un bastardo, y por los rumores a como el
abuelo había hecho el dinero. El primero descubierto por mí hace unos meses, y
el segundo, creo que nunca sabré...
Capítulo 3
La incertidumbre provocada por el descubrimiento no se trataba de mis
sentimientos por conocer la verdad del pecado oculto de la familia. Al fin y al
cabo, en el tiempo que vivimos, la bastardía no tiene el mismo peso social que
existía en las generaciones anteriores.
La cuestión era la falta de conocimiento de los hechos, la costumbre de
los antepasados de querer lavar los “trapitos sucios” dentro de la casa; nunca
he sido así. Siempre pensé que viviendo dentro de tus propias verdades se podía
enfrentar las situaciones de la vida con una mejor visión. Era también la
contraposición de mi filosofía de la vida con la forma en que había sido criado.
También se trataba que los efectos de la ocultación había repercutido en
mi generación. Así como no hubo contacto familiar de mi padre con sus tíos y
primos-hermanos, sucedió igual con mis tantos primos-hermanos y mis tías. Las
rencillas transmitidas por los pleitos desplazaron los lazos sanguíneos a
lugares de no regreso; al menos conmigo.
Era como si se hubiese tejido una malla de aislamiento a mi alrededor,
que las pocas veces que traté de fomentar algún tipo de acercamiento cualquier
intento alejó las posibilidades de un reencuentro.
Lo paradójico era que había intercambiado conversaciones é ideas con
parientes más lejanos que con los más cercanos. La transformación estaba
tomando efecto...
De las inquietudes que tenía del bastardo, con estos escritos empecé a
atar cabos. Uno de los primos conocedor de las raíces me aclaró algo que
desconocía totalmente de mi bisabuelo al comentar que había sido considerado
“el más rico del pueblo” en sus tiempos. Nuevamente, la falta de conocimiento,
el vacío provocado por la ausencia de verdades era la causa de mi reproche.
Tanto era el misterio alrededor de este pasaje genealógico, que cuando
comencé mis indagaciones, contacté a la única tía que vive y a un par de primos
para que me averiguara el nombre del bisabuelo. ¡Ni los primos lo sabían, ni
ella misma recordaba! Pero la edad justifica a la tía.
Tratando de atar cabos, abrió la posibilidad de que el bastardo heredó
del bisabuelo, que hubiese sido posible que lo haya favorecido, que el
bisabuelo visitaba a los dos hermanos, y que los dos hogares eran mantenidos
económicamente holgadamente.
Y como las dos mujeres vivían en pueblos diferentes, el bisabuelo
mantuvo cualquiera que fuese su imagen ante ambos escenarios sin incumbirle las
desidias de sus vecinos. Al fin y al cabo, era como cierto tipo de heroísmo su
machismo de tener dos mujeres é hijos con ambas.
Pero esta historia incompleta seguía falta de muchos más hechos. Ahora
se había convertido en un viaje de búsquedas. Por eso la palabra bastardo tenía
que seguir resonando como base del escrito. Aún así causase el desconforme ante
los lectores. El dedo tenía que seguir escudriñando la herida vieja que ya no
producía dolor. Las escamas la habían cubierto formando una coraza endurecida
con los tiempos haciéndola inexistente.
Tenía que averiguar más de los tíos y primos de mi
padre. Tenía que seguir relatando las interacciones de mi padre y sus hermanas.
Tenía que seguir indagando más sobre el bisabuelo y su hijo bastardo...
Capítulo 4
La transformación estaba tomando efecto. Esta frase escrita en uno de
los párrafos del capítulo 3, independiente y cerrando este corto parágrafo giró
a mí alrededor por el resto del día, en conjunto con el querer encontrar una
justificación a mi insistencia en llamar a mi abuelo bastardo.
Cuando escribo me siento enfrente del computador y las palabras
comienzan a formar frases casi inmediatamente encontrando el sentimiento que
quiero expresar. La gran mayoría de las veces no edito el escrito, sólo lo
repaso máximo dos veces para asegurarme que tiene sentido lo que quiero decir.
Con la frase con que inicié este capítulo, no la quise quitar puesto que
algún significado debía tener al haber salido de mi cerebro en ese momento de
concentración.
Hasta que encontré la relación. Mañana es día de nietos y salgo temprano
de mi casa, por eso decidí escribir este capítulo esta noche. Además, no quería
que se me olvidara...
La transformación que se estaba efectuando estaba pasando por mi mente
al querer encontrar esclarecimientos de las relaciones socio-familiar a mi
alrededor. ¿Porqué se me era más fácil entablar conversaciones con parientes
lejanos que con los más cercanos? ¿Sería la falta del entrelazo que se
determina en el crecimiento y fortalecimiento de los núcleos filiales? ¿Porqué
era más realizable tener una amistad con parientes lejanos y no con los
cercanos?
La separación familiar y la falta de socialización mutua fueron factores
para este alejamiento. Consecuencias de las verdades ocultas. Porque, me he
preguntado varias veces sobre el efecto del abuelo bastardo pudo haber tenido
en mi padre. Pero, ¿qué hay acerca de sus hermanas? ¿Las afectó también?
¿Supieron?
La tía que vive tiene 97 años. Lo que quiere decir que anda despistada y
su visión es la del día vivido; del pasado sólo le queda lo de la mala vida que
le dio el “cachaco”. Preguntarle cuando ni siquiera recordaba el nombre de su
abuelo era un imposible. Por lo tanto las respuestas eran subjetivas a lo que
la imaginación formara comparándolas con las fallidas memorias de las pocas
interacciones que recordaba, o que de alguna forma se habían fijado en mi
memoria selectiva.
Ninguna de ellas se visitaba con sus otros primos-hermanos ni sus tíos.
Es más, como mi padre, sólo conocían algunos de sus nombres por referencia. Así
que el patrón de conducta transferido a mi generación se había formado en la
descendencia creada por el padre del abuelo bastardo.
Por eso era que mi familia era tan despegada; por eso era más fácil
dejar una relación que sacrificarse para construir una. Los efectos de un
bisabuelo machista se veían en algunos de sus descendientes; los creados por el
abuelo bastardo.
La transformación tenía que tomar un viraje oportuno y productivo que
todavía no tomaba forma. Una que no podía comenzar hasta que encontrara las
razones de llamar a mi abuelo, ¡bastardo!
Hoy, cuando cocinaba mi almuerzo, creo que encontré unas razones. ¿Sería
venganza de mi parte y restregárselo a la memoria tímida de mi padre? ¿O sería
venganza contra los sobrevivientes primos-hermanos investidos con galas de
nobleza? ¿O contra los hermanos aves rapiñas que se alejaron por engrandecer
sus arcas a costilla de los de su propia sangre? ¿O contra la señora que me
parió que participó en la gula de la codicia sin importarle romper los lazos
maternos por míseros pesos?[2]
Todo consecuencia de un machismo estúpido ocasionado por un bisabuelo al
tener un hijo bastardo...
[2] La mente de un escritor utiliza hechos con
fantasías é imaginaciones. Continuará, pero quién sabe cuando... Este relato es
basado en ciertos hechos familiares fundidos con mi imaginación...
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