Mi encuentro con Amira de la Rosa ©
Ben
Bustillo – Prohibited its reproduction
El año era 1974 y ella dirigía el Conservatorio de Música Pedro Biava en
Barranquilla. A finales del año 1973 yo ya estaba viviendo con la mamá de mis
hijos y estábamos esperando al hijo mayor. Teníamos unos cuantos pesitos y
todavía no nos había golpeado la realidad de ser padres y nos matriculamos,
ella en la Alianza Francesa y yo en el conservatorio a recibir clases de música
tiempo completo. Apreciación musical, piano, canto, música coral, español nada
más ni nada menos que con la personalidad de Meira del Mar y otras cuantas
clases más que no recuerdo.
El conservatorio era parte de la Universidad del Atlántico y el proceso
de admisión se me hizo fácil, la verdad que no sé si había algún proceso, ya
que yo me presenté a la oficina de la calle 68 entre las carreras 53 y 54 y
hablando con la recepcionista di mi nombre. Amira, quien se encontraba en su
oficina, cuando lo oyó salió y se hizo “cargo de mi inscripción.” ¿Cuál es tu
experiencia con la música?” Preguntó. Le contesté diciendo que tocaba la
guitarra de oído y que cantaba.
Me dijo, venga y le hacemos una prueba. Entramos en un de los corredores
y me llevó al pabellón donde estaban y dictaban las clases de piano. En uno de
los salones se encontraba el profesor “Gunther” creo que se llamaba, un alemán
que recientemente se había radicado en la ciudad.
Me pidieron el nombre de una canción, les di el nombre de una de las de
Sandro que estaba sonando con insistencia en esa época en Colombia, comenzó a
tocar el piano y la canté. Amira aprobó mi ingreso inmediatamente. Me cobraron
alguna bobada, y quedé matriculado. Me hizo prometerle que tenía que
involucrarme con el coro (creo que les faltaba cantantes o quien asistiera a
las prácticas) y por eso fue su afán, pensé en esos momentos.
Yo ya había vivido en Bogotá por un tiempo corto antes de morir mi papá,
y había refinado mi acento costeño un poco debido a las burlas de los
“cachacos”. En una clase con Meira, como que me refiné un poco más de lo debido
y me mandó a hablar “como se habla normalmente”. Casi 40 años después,
recordando esta anécdota, no me puedo explicar las razones de esa normalidad.
Pero al fin y al cabo, le gustaban mis escritos, pero los corregía a la altura
de una edición profesional. No solo conmigo, si no con todos los alumnos. Era
bien estricta é imponía un estilo único de enseñanza.
Transcurrieron unos meses desde mi ingreso cuando se desata una huelga
en la Universidad del Atlántico y creo que hubo cambio de gobierno local que
hubo remoción de profesores a diestra y siniestra. Ella, era intocable y
parecía que la iban a dejar. Sin embargo, unos cuantos profesores de Bellas
Artes, celosos del puesto y con ganas de que se lo dieran a alguno de ellos,
comenzaron a intrigar dentro del alumnado para que a ella la quitaran también.
Sin darme cuenta, quedé involucrado dentro del comité de su destitución.
Ella, al verse acosada, solicitó una reunión con nosotros. Nos preguntó las
razones de que porqué no la apoyábamos, y me preguntó a mí más directamente con
ojos de medio súplica y como de preguntándome, porqué tú. Yo, más despistado de
lo normal, le contesté que era que ella faltaba mucho a su trabajo y que
algunas veces cuando se requería su presencia para solucionar algún problema
con los instrumentos musicales o el coro, no había señales de ella.
Lo cierto es que fue destituida, a las pocas semanas entré a trabajar a
la Cervecería Águila ya que finalmente la realidad nos había golpeado en la
frente y asumimos nuestras responsabilidades de padres que íbamos a ser.
Después de tantos años, hoy, revisando el blog del
apellido familiar, caigo en cuenta de que a lo mejor, cuando ella escuchó el
apellido Bustillo, reconoció el parentesco. Yo, ni por ahí tenía una pista.
Reitero que fui criado con el desconocimiento total de la largura de la familia
por parte de mi padre.
Esta nota la añado hoy, 22 de octubre del 2013, al descubrir el
parentesco directo generacional con esta personalidad. Resulta, que compartimos
ancestros.
La historia es así: Mi tatarabuelo, Policarpo Bustillo Ibarnadó tuvo dos
hijos dentro del matrimonio. Mi bisabuelo, Lizardo Bustillo Sánchez, y su
hermano Pablo J. Bustillo Sánchez. Este último, figura prominente en el
gobierno y justicia de Colombia. Pero también tuvo un hijo fuera del matrimonio
quien rehusó usar el apellido Bustillo, y mucho más prominente que sus
hermanos. Nadie más ni nadie menos, que Diógenes Arrieta, abuelo de Amira de la
Rosa, pero también distinguido por sus propios méritos.
Por supuesto, Amira de la Rosa era su seudónimo, ya que su nombre era
Amira Arrieta McGregor. Pero el verdadero apellido de Amira, era Bustillo. Por
eso pienso que salió a atenderme cuando escuchó mi nombre...
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